RESILIENCIA EN EL CORREDOR SECO: LA HISTORIA DE GLENDA JUDITH RAMÍREZ DÍAZ
Chiquimula, Guatemala – Glenda Judith Ramírez Díaz es una madre de 27 años que vive con su familia de 11 miembros en una pequeña aldea llamada El Sauce en el Corredor Seco de Guatemala. La mayoría de los miembros de su familia son agricultores, pero – en los últimos años – los cultivos han sido afectados por la sequía y las plagas. Como resultado, la familia ha tenido dificultades para obtener alimentos suficientes.
La inseguridad alimentaria en el Corredor Seco Centroamericano es un problema grave que afecta a millones de personas. La región es una zona vulnerable a fenómenos climáticos extremos, que afectan la producción agrícola y la disponibilidad de alimentos. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2023, el 86% de las familias del Corredor Seco viven en inseguridad alimentaria.
«Lo que otro año, uno no ha comprado lo que es cosa – es decir – carne o alguna bolsa de leche… Uno, no. Gracias a Dios, este año sí lo estamos comiendo», expresa Glenda Judith, quien ha sido seleccionada como beneficiaria del proyecto “Aumentar la seguridad, mitigar los riesgos y satisfacer las necesidades humanitarias de las poblaciones vulnerables afectadas por otras situaciones de violencia, desplazamiento forzado e inseguridad alimentaria en el norte de Centroamérica», financiado por la Dirección General de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria (ECHO), y ejecutado por Acción contra el Hambre en consorcio con otras organizaciones humanitarias.
El proyecto proporciona a las familias vulnerables alimentos, educación y asistencia técnica. La ayuda proporcionada ha permitido a Glenda Judith y su familia acceder a alimentos que antes no podía adquirir, para ella, como carne, pollo y pescado. También ha podido comprar verduras y frutas frescas, que son importantes para la salud de su familia.
«Yo soy la beneficiaria que me ayuda el donante ECHO. Yo fui seleccionada porque tengo niños menores de 5 años. Con el que tiene ahorita 19 meses, me dijeron cuando lo llevé a pesar de que él bajo 1 lb, pero por el motivo que él estaba enfermo. Que él padeció de la pulmonía, tenía un mal del respiratorio – ajá – y lo saqué para el hospital y me dijeron que le comprara medicamento. El medicamento me costó 170 quetzales. Nosotros – entre la familia – le dije yo que daba gracias a Dios con la ayuda que yo había recibido, porque si yo no hubiera tenido esa ayuda, mi niño, no lo tuviera».
Su testimonio es un reflejo vívido de la realidad que enfrentan muchas familias en esta región, pero también destaca el impacto positivo del apoyo recibido. La historia de Glenda es un testimonio de la resiliencia de las familias que viven en el Corredor Seco. También es un ejemplo de cómo la ayuda humanitaria puede marcar una diferencia positiva en la vida de las personas más vulnerables.