Darío Aldana es promotor agrícola del caserío El Cedral, Aldea Talquezal, Jocotán y participa en el proyecto “Promoviendo el desarrollo rural para familias campesinas en Chiquimula, Guatemala”, que tiene el objetivo de contribuir al desarrollo de las familias más vulnerables a la inseguridad alimentaria y nutricional en los municipios del departamento de Chiquimula, y que cuenta con el apoyo de Fundación LAVAZZA.
Como integrante del grupo CADER (Centros de Aprendizaje para el Desarrollo Rural), Darío dedica parte de su tiempo a un huerto comunitario que él mismo ha prestado el terreno y en el que un grupo de personas se ocupan de la siembra, la limpieza y el mantenimiento.
“Empezamos a trabajar 27 personas y aunque no todos estamos presentes en todas las actividades, nos vamos turnando. Yo no me quiero asignar como promotor sino como coordinador del grupo, por ejemplo, coordino cuándo hay que limpiar, arrancar las malas hierbas y otras actividades”, explica Darío.
“Hace tres años empezamos a trabajar en este huerto con hortalizas de raíz como rábano, zanahoria, remolacha. Después empezamos a sembrar repollo, cilantro, lechuga, acelgas y tomates Cherry”, cuenta Darío, y desde que forman parte del proyecto, “Acción Contra el Hambre nos trajo chile picante y dulce, otra variedad de tomate, chipilín, hierbamora, y quilete”.
Asistencia técnica y semillas
Además de la entrega de semillas, a los integrantes de este huerto comunitario se les ha proporcionado asistencia técnica, insumos y consejos para sacar adelante la parcela que se utiliza principalmente para consumo. “Me siento contento con la ayuda de la institución y los técnicos, siempre hemos querido sacar este huerto adelante para el consumo, para no tener que ir a comprar al mercado ya que no siempre hay recursos”, declara Darío.
Acción Contra el Hambre también ha proporcionado facilidades para mejorar el sistema de riego para el huerto. “Cuando empezamos a trabajar con el grupo de mujeres de la comunidad todavía no teníamos el sistema de riego actual, se jalaba el agua de un pozo que estaba a 500 metros para poder regar las plantitas. La institución nos apoyó en eso también y ahora tenemos mangueras”, cuenta Darío.
Por otra parte, el proyecto también fomenta el desarrollo de viveros de café, ya que en el caso de las comunidades seleccionadas ya producen café, pero la mayoría de ellas no han tenido acceso a asistencia técnica, por lo que el rendimiento del cultivo puede ser limitado.
A las personas beneficiarias se les ha impartido formación técnica sobre diversos temas como la preparación de sustratos, la siembra directa e indirecta, el riego, la fertilización y el control de plagas y enfermedades.
Actualmente son 14 las familias que están recibiendo el apoyo para la producción de café. Según cuenta Darío, “la organización nos proporcionó la bolsa y las semillas, cada persona ha recibido 800 plantas para tres tareas que esperamos que nos sean de mucho provecho. Recibimos capacitaciones para hacer el vivero en las que nos explicaron cómo llenar las bolsas, cuál es el tratamiento, cada cuánto abonar o fumigar. La institución nos ha dado los insumos”.
Variedad de frutales
Las familias beneficiarias del proyecto también tienen la oportunidad de recibir y plantar árboles frutales para su consumo propio o venta. Podrán elegir entre variedad de aguacates, mangos, melocotón, manzana, zapote y, según explica Darío, se trata de “productos que tienen un gran beneficio para nosotros y que nos permiten alimentarnos. Hay personas que van a recibir hasta 20 árboles frutales diferentes, unos tres de cada tipo. Como campesino a veces uno se queda sin un quetzal en la bolsa, muchas veces vivimos de lo que cultivamos en la tierra.”
Una vez terminada la etapa de propagación en el vivero, las plantas de café y frutales serán trasplantadas a las parcelas definitivas donde se establecerán y se les dará el manejo agronómico necesario.
Insumos para manejo de aves
Como parte del mismo proyecto, la familia de Darío ha recibido un kit de materiales e insumos para la construcción de corrales que permita proteger y recuperar el patrimonio aviar de las familias, acompañado de sesiones de sensibilización sobre la importancia del encierro de las aves como una buena práctica en el hogar que contribuye a su higiene, impactando especialmente en la salud de los niños.
“En las capacitaciones nos han enseñado a colocar la malla y en este espacio tengo unas gallinas y unos patos encerrados, que ahora se encuentran más seguros. Quizás no podamos comer carne todos los días, pero cuando hay necesidad es una gran ayuda”, declara Darío.